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ROBERT LEÓN HELMAN

APUNTES AUTOBIOGRÁFICOS

Nací a la medianoche del 30 de Mayo de 1979, en el hospital de Limpio, en aquel entonces un pueblo sumido aun en la serenidad propia del espíritu agrario del Paraguay. Un viejo que esperaba en los pasillos del hospital le dijo a mi padre que yo sería un buen hombre por haber nacido un viernes, predicción que aun ahora trato de interpretar, pues creo que lo único bueno que tengo es mi apasionado amor por los libros.  Viví un año en Limpio en esos tiempos de inconciencia y de gozo por el alimento materno, para luego desplazarme con mis padres hacia la agitada ciudad de Asunción, para pasar ahí los años siguientes de mi afortunada niñez. Aquellos mis primeros juegos eran como goces estéticos, eran una transformación radical del mundo a través de la imaginación. Cuando niño fui romántico, cultivé inconscientemente un romanticismo místico. Este tipo de experiencias contemplativas solo volverían a mí cerca de quince años después, luego de un duro proceso purificatorio al que me sometió el destino en medio de una atormentada adolescencia.  A los 17 años sufro una enfermedad corporeo-espiritual, llego a una situación límite que me exije transformarme para no morir. Encuentro una estrecha simpatía con la medicina natural, y así, leyendo a Eduardo Alfonzo, Lezaeta Acharan, a Carlos Kosel, a Nemesio Rodriguez, sumado a las sabias enseñanzas de la tradición romántica de occidente, me encuentro con la posibilidad de visitar al maestro naturista Zenén Cardenas. El encuentro con este médico tiene, como todo lo escrito en esta biografía, un sentido simbólico; al estar frente a él estaba frente a toda la tradición médica-filosófica de la que ya me estaba alimentando.   Tube que viajar a Aregua, en donde atendía el doctor Zenén, una ciudad en aquel entonces rebosante de espíritu, con sus viejas casonas, con una vegetación exuberante por donde se la mire, con la lejana y melancólica vista al lago, y con mi sed de beber ese sagrado licor que nos ofrece la naturaleza.   En ese tiempo decidí trasladarme a Villarrica para estudiar medicina. En aquel entonces (1998) la ciudad mantenía aun ese aire rural y sereno que ha ido perdiendo paulatinamente. Mientras llevaba adelante mis estudios me interesé por el cultivo de la guitarra popular, y detrás de ese afán me encontré con el concertista guaireño Felipe Villalba Britos. En innumerables ocaciones recorrimos caminando los suburbios y las compañias de Villarrica, aprendiendo de los hombres de tierra adentro su cultura y su música.   Empecé a leer sobre filosofía en mi adolescencia. En el colegio me encontré con los libros del maestro paraguayo-español Pedro Chinaglia, que me impresionaron gratamente; también pude conocer al que considero mi maestro espiritual, Arthur Schopenhauer, a través de un artículo en un suplemente cultural de la profesora Monserrat Álvarez; también en ese tiempo y por ese medio me topé con los llamados filósofos postmodernos, a quienes aprecio mucho, a través de la ácida crítica de mi maestro Fernando Tellechea.

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