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ROBERT LEÓN HELMAN

A CIENTO CINCUENTA AÑOS DE LA MUERTE DE SCHOPENHAUER

 Este año se cumplen 150 años de la muerte Arthur Schopenhauer, uno de los más grandes pensadores de occidente, y precursor del pensamiento actual. Su pensamiento comúnmente tildado de pesimista, destila todo tipo de enfoques de aproximación, desde el crítico social hasta el epistemológico o el estético. ¿Pero quien fue Schopenhauer? Un genio filosófico sin lugar a dudas, pero fue antes que nada un hombre de profunda sensibilidad, que quiso hacer habitable el mísero mundo en el que nos afanamos día a día, a través de una filosofía vital, llena de vivencias y descripciones de la amarga experiencia de un mundo pletórico de promesas incumplidas.

 Su obra cumbre lleva el nombre de “El mundo como voluntad y representación”, que expone los lineamientos fundamentales de su pensamiento. El mundo no es mas que una ilusoria representación, nos dice Schopenhauer. Aquello por lo cual el saber cotidiano y también el científico se afana, no es mas que una cubierta engañadora, que contribuye a aumentar los interminables deseos, fuente constante del dolor universal.  La ciencia es impotente para calmar la sed de infinito del hombre. El optimismo ilustrado, la confianza en la razón, no son más que míseros engaños que al final de la farsa se muestra en medio de un absurdo sin remedio.

 Para resistir esta desgraciada existencia Schopenahauer asumía las recetas espirituales del estoicismo, el “abstinere et sustinere”, el abstenerse y aguantar. Prueba de esta simpatía hacia la doctrina estoica es su obra más popular “El arte del buen vivir”.

 Pero el mundo no es solo representación, es esencialmente, en su fundamento, voluntad, una voluntad que no puede ser satisfecha nunca, porque a parte de ella nada existe; si, es una voluntad que se consume a sí misma  a través de los diferentes reinos de la naturaleza, el mineral, el vegetal, el animal, y dentro de este ultimo grupo, a través del hombre, la manifestación mas elevada de la voluntad. La vida, no es más que una lucha de todos contra todos, “bellum omnium contra omnes” como decía Hobbes, una lucha sin cuartel, sin descanso, sin tregua que dar, sin felicidad que alcanzar. En efecto, la felicidad es una farsa, originada en el mismo estado de indigencia material y espiritual del hombre y la naturaleza. El dolor es lo positivo, el placer, la felicidad, es su mera negación. Vivir es padecer.

 Dentro de esta inmensa vorágine de desdichas y sinsabores aparece el arte, como un momentáneo calmante para tanto dolor. Entre todas las formas artísticas, es la música la que ocupa un lugar primordial dentro de la reflexión del filósofo (aspecto que será retomado de una manera particular por Nietzsche en el Origen de la tragedia). La música nos revela a la voluntad como  totalidad, como la fuente que expresa al mundo atrincherado.    

En instantes breves pero intensos el hombre puede desligarse de las redes del mundo fragmentado y en guerra, a través de la contemplación estética, ya sea gracias a un paisaje natural, o gracias, como ya dijimos al arte. Pero esto no dura más que un momento efímero, para después dejar de nuevo su paso al teatro del infortunio.

 En fin, Schopenhauer llegó a ver una luz en medio de las tinieblas, aquello que podría poner fin al dolor sin medida del cosmos, esta luz es la negación de la voluntad de vivir, que debe ser entendida a partir del ejemplo de los más grandes santos o místicos de todas las tradiciones religiosas. La negación de la voluntad de vivir constituye la salvación del todo, es la compasión del santo hacia todas las criaturas sufrientes; pero tal salvación no se dirige hacia al mundo celestial sino hacia la nada. Lo que queda luego de que la voluntad como esencia del mundo ha sido negada es la nada. Nihilismo místico, filosofía perenne.

(Publicado en la revista Aranduca de la UCA, edicion 1, 2010)

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